Y CREÍ...

A este oscuro mundo llegué yo, y de niño,

protegido por la fuerza de sus brazos,

se fueron afianzando nuestros lazos

por sus continuas muestras de cariño.

 

Con la ternura de su gran corazón,

y su luz iluminando mi camino,

pensé estar unido siempre a su destino

colmándome de ideas y de razón.

 

Y creí que mi padre era Dios,

como fiel acompañante de mis juegos

y guardián de mis sueños en sus desvelos,

pensando que jamás habría un adiós.

 

Por la vida, junto a él, fui pasando.

Y en su experiencia yo iba creciendo.

De mis caídas, me fue levantando,

y con su amor, a amar, fui aprendiendo.

 

¡Y creí que mi padre era Dios!

 

Pero sin él proponerlo. Sin él desearlo.

Y sin quererlo ninguno de los dos.

En un silente suspiro,

Dios con Él, se lo llevó.

 

Y para siempre de mí se alejó

dejando en mi alma el recuerdo,

en un altar muy superior,

todo, absolutamente todo… cuánto él me amó.

 

© J.E.C.L. 14-5-2004

 

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