TÚ Y YO…NO SOMOS EXTRAÑOS!

¡Tú y yo!

¡Yo y tú!

¡Dos extraños en una habitación!

¿Extraños?

¡Tal vez no!

Sin habernos visto en anterior ocasión.

Tan sólo con palabras escritas,

con alguna que otra reflexión.

Conocemos más el uno del otro

que cualquiera con muchos años,

de convivencia entre dos.

 

¡Tú!

Por mis silencios.

Por mis palabras escritas.

Por frases o monosílabos,

has descubierto perfectamente

mis estados de ánimo.

 

¡Yo!

Por tus escritas expresiones,

y también por tus silencios.

He sabido ver asimismo

ese estado de ánimo en ti.

 

¡Tú y yo!

¡Yo y tú!

¡Dos extraños en una habitación!

¿Extraños?

¡Tal vez no!

Dos almas gemelas

con vidas paralelas que,

en un punto de ellas se han cruzado,

y gracias a ese  incierto  y caprichoso destino,

se han unido formando un recto y único camino.

 

¡Tú!

¡Juventud!

¡Inocencia!

¡Timidez!

¿Experiencia?

 

¡Yo!

¡Madurez!

¡Inocencia!

¡Timidez!

¿Experiencia?

 

¡Cuán relativa es!

 

En tu juventud,

toda la madurez humana.

Y en mi madurez,

toda esa  juventud,

que antes no fue  mostrada.

 

¡Tú y yo!

¡Yo y tú!

¡Dos extraños en una habitación!

¿Extraños?

¡Creo que no!

 

¡Tú!.

Llegaron a mí tus primeras fotos,

imagen física de tu presencia ya en mi interior.

Después fue tu voz

¡Confirmación de tu ser!

No necesitaba ver para saber como eres.

En cualquier circunstancia, y

en medio de un tumulto de gente extraña,

habría llegado hasta ti.

 

¡Yo!

Con absurdos temores.

Temores de que,

al ver mi físico,

con el paso por él de los años de diferencia,

te fueras alejando de mí.

Te los manifesté días antes de partir tú hacia aquí,

y contestación no recibí

 

¡Tú y yo!

¡Yo y tú!

¡Dos extraños en una habitación!

¿Extraños?

Sabemos ambos, con certeza,

¡que no!

 

¡Cuatro noches!

¡Cinco días!

A partir del primer roce de nuestros labios

en nuestras mejillas,

en besos inocentes de bienvenida.

Y ya,

en esa habitación de extraños,

de la piel de mis dedos

acariciando suavemente tu rostro,

y tus dedos haciendo lo mismo con el mío.

Nuestros labios buscándose

en aquella unión pausada.

Sin prisas.

Saboreando el momento.

Lo único extraño que había

era el mundo exterior.

Mundo,

que a ninguno de los dos ya nos importó.

 

¡Esas cuatro noches!

¡Esos cinco días!

Los podíamos pasar ya,

unidos sin más,

con un fuerte abrazo.

Y la habitación,

se había convertido en nuestro aliado.

En testigo mudo de nuestra intimidad.

 

¡Tú y yo!

¡Yo y tú!

¡Dos extraños en una habitación!

¿Extraños?...

¡Jamás!

 

¡Yo!

Sin saber pedir,

he ido descubriendo,

de uno en uno,

cada poro de tu blanca,

delicada

y suave piel.

No ha habido parte de tu cuerpo que,

mis manos decididas,

y a la vez temblorosas,

no hayan acariciado con ternura.

No ha habido parte de tu cuerpo

que se haya escapado a mi mirada cariñosa,

pero ansiosa por retener en la memoria

cada uno de sus detalles.

Y,

como si con un hierro candente

hubieran sido marcados,

en ella han quedado grabados.

Desde la gran cicatriz de tu pierna izquierda,

hasta la más pequeña de las pecas de tu espalda.

Para hacerme recordar,

a cada momento,

desde tu partida,

la delicia de tu presencia,

y lo amarga que está siendo tu ausencia.

 

¡Tú y yo!

¡Yo y tú!

¡Dos extraños en una habitación!

¿Extraños?...

¡Nunca más!

 

¡Tú!

Sin querer pedir,

me has entregado lo mejor de ti.

Nunca antes había sentido tantas emociones

emanadas del interior de una persona.

Esa confianza extrema en mí,

desde la primera noche en que,

a altas horas, te quedaste dormido

acurrucado contra mi cuerpo,

y no pude conciliar el sueño.

Estuve acariciándote abrazado fuertemente

y contemplando la expresión de tu rostro

mientras dormías.

Fueron unos momentos,

que jamás podré explicar con palabras.

 

Toda la ternura entregada por ti,

emanada de tu mirada,

y sentida también a través de tus caricias.

Toda tu sensibilidad

la mostraste a flor de piel.

Sensibilidad más que demostrada

cuando,

en tu afán de protección,

y estando nuestros cuerpos unidos,

nuestras manos se enlazaban,

de tal manera,

como si fuera  en un recogimiento de nuestros sentimientos.

 

¡Tú y yo!

¡Yo y tú!

¿Dos extraños en una habitación?

¡No!.

¡No es así!

¡Dos seres humanos,

con muchos sentimientos en común,

y enormes deseos de compartir!.

 

 

©  J.E.C.L.