MEDITERRÁNEO VALS DE DORADAS

Mediterráneo… ¡Costa Brava!

Mar bravío cuando quieres,

Casi siempre mar en calma.

¡Cuántas emociones despiertas en mi alma!

 

De madrugada,

desde un promontorio y sobre una roca,

con la vista en tu inmensidad recreada.

¡Cómo alegras mi mirada!

 

Fresca brisa matinal con olor de agua salada.

Suave rumor de pequeñas olas

rompiendo más allá, con incomparable melodía,

donde mi cuerpo se solazaba.

¡Cómo olvidar semejante alborada!

 

En el horizonte… o tu lejanía.

En esa fina línea que del cielo te separa,

mi atención poderosamente llamó

un hecho que hacía años no contemplaba.

 

La roja esfera de nuestro Sol,

a hacer su aparición comenzaba,

meciendo tranquilamente sobre tus aguas

aquellos sus reflejos dorados

de incontrolables rayos,

que a su vez producían

infinidad de destellos plateados

sobre tu inmensidad sosegada.

Como si miles de inquietas doradas,

sobre, y entre tu cuerpo, el Vals bailaran.

Y que, tus tímidas olas,

alternativamente,

hacían desaparecer entre la blancura inmaculada

de su espuma virginal,

sobre la fina arena de la playa.

 

¿Qué podía hacer yo para alcanzarla?

¿Qué podía hacer yo para unirme a tan bella alborada?

¡Tan sólo nadar, Mediterráneo, sobre tus aguas heladas!

Y cuánto más en ti me adentraba,

tanto más de mí se alejaba.

 

Agotado por inútil esfuerzo,

me tendí sobre tus aguas.

Y lenta y suavemente, me devolviste

a la fina y dorada arena de la playa.

Estupidez por mi parte.

¡Es imposible alcanzar el Alba!

 

© J.E.C.L.

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Durante mucho tiempo, he tenido una paz grandiosa cuando he pensado en ello, pues en cierto modo, creo que sí fui parte integrante, ya que aquellos momentos fueron exclusivamente míos, y tan sólo míos, a pesar de que no lo fuera precisamente aquel amanecer, que pertenecía a todo el mundo. Me hizo comprender que en la vida de un ser humano puede haber, y hay, otra clase de motivaciones que las que se tienen por obtener las pequeñeces terrenas, que una vez obtenidas, no producen la satisfacción pretendida. Lo que de verdad poseemos que vale la pena, y no valoramos. Los hechos reales cotidianos, que pasan día tras día ante nuestra vista sin prestarles la menor atención, y que son precisamente los que jamás llegaremos a poseer unitariamente, porque a todos nos pertenecen por igual, esos son los que actualmente, producen calma y paz infinita en mi alma.

 

© J.E.C.L.