LA LUZ DEL VERDADERO AMOR

Gélido como el puñal del adiós

tu desprecio se clavó en mi alma

llevándose con ello toda la calma

que en mí había depositado Dios.

 

Encerrado entre cuatro paredes frías,

desposeído por entero de tu calor,

me fui olvidando de terreno amor

y vi la luz que en mi interior lucía.

 

De mi semblante huyó la melancolía.

Desterrose de mi corazón el dolor,

y no sentí en ningún momento temor

cuando otra luz hacia mí venía.

 

Grandioso destello abrasador

que mi humana visión cegaba

y los recodos de mi alma iluminaba,

como eficaz panacea reparador.

 

Diáfana luz que la mía engrandecía

y que todo mi espíritu sosegaba,

y noche tras noche me acompañaba

hasta que el nuevo día amanecía.

 

Glorioso y Divino fulgor

que todo mi ser envolvía.

Y de tal vivir, creí que moría

cuando desaparecía dejándome helor.

 

Al tiempo que el cuerpo de frío moría

el alma de aquella luz se alimentaba.

El amor de noche en ella aumentaba,

y con esa energía, de día, yo vivía.

 

Los rayos del sol, ya no necesitaba,

pues en mi oscuridad resplandecía

el amor que en mí se introducía.

Amor más elevado, que el que yo antes amaba.

 

© J.E.C.L.  10-2-2005