LA DAMA DEL ALBA

Apareces, desapareces. ¡Me asombras!

Durante la luz diáfana del día,

y la claridad de noches alumbradas,

continúas vagando por las sombras

con la avidez de una alimaña,

esperando llevarte madrugadas.

 

Y como siempre, desde hace mucho ya,

desde que contemplé mi primer alba,

te sigo y seguiré esperando

como se espera el beso de la amada,

deseando notar en mi hombro

el roce gélido de tu mano deformada.

 

Escucharé ese crujir de fríos huesos

que me arrastrarán por tus sombras

mostrándome el camino de la nada.

 

Cuando llegue ese día.

Cuando llegue esa noche, o madrugada.

Cuando te me presentes embozada,

te miraré sin temor a la cara.

Y en lo profundo de tus cuencas vacías

veré el crepúsculo de mi mirada.

 

Mas, no te temeré. ¡No!

Porque sabré que es el fin del alba,

pero el principio de mi alborada.

 

© J.E.C.L.  30-8-2004